Fabulas
*‘3 menos días antes de.’
—Once de la
mañana y ella aún no aparece, como es de costumbre, nunca llega temprano. Es
una niña insolente—es la parte más pequeña que detesta a la chica que ese chico
espera, sin embargo ella es importante para él.
Los autos continúan
su marcha monótona, no parecen ellos mismos y atreves de sus siluetas puedes
ver al chico sentado en un los asientos de un viejo local, si prestas atención vez
como poco a poco sus ojos pierden su vida. Se suponía que hoy era un día
especial para ellos, alguna costumbre para mi olvidada, pero a pesar del
tiempo, el chico aun guardaba esperanza de que ella llegara.
Pero al igual
que muchos, él era presa de los rumores y hoy es el día perfecto para aclarar
cualquier malentendido o al menos eso pensaba él.
—¿Escuchaste las
noticias?
—Claro, claro.
Fue horrible.
‘Los detesto’ pensó.
La apatía gobernaba gran parte de su nuevo ser, por tan solo dos horas tarde,
pero esa no era la verdadera razón, el chico siempre ha sido una persona
paciente, pero hay algo en su corazón que lo carcome hasta casi pisar la
locura.
Dos de la tarde.
Ella aparece agitando sus brazos desde el otro lado de la calle, con una
sonrisa de lado a lado. La luz del semáforo cambia y camina con un contoneo
provocador para cualquier bestia. Pero a él ya no le importaba, sus ojos claros
resonaban con la oscuridad. Su aspecto denotaba crueldad. Ya no era la persona
amable de la que hablan en los cuentos, ya no era ‘él’
—Disculpa la
tardanza Yal…—su voz termino con cierto deje, supongo que hasta ella, puede
notar un ligero cambio en el hombre que decía ‘conocer’.
—¡CÁLLATE!
Aunque lo
intente, él no puede calmar el agitado ritmo de sus pensamientos y ahora está
fuera de control.
—¡Yalver que te
sucede!—ignorante como siempre de su posición, no pensó que su ‘novio’ ya no
razonaba con ella.
El chico levanto
su mirada mostrando sus nuevos ojos, la chica entro en pánico. El mundo a su
alrededor se detuvo en un instante, ahora todos miraban a la pareja. Pero el
chico no pensaba hacer mas nada así que tomo una decisión. Un simple empujón.
Si, su mano
derecha se movió por arte de magia, con fuerza empujando a la chica desde sus
pechos. Sus ojos se abrieron como platos entre el miedo y la sorpresa, el chico
sonrió una última vez. Mientras la chica caía al rayado peatonal, en cámara lenta
pudo divisar como una camioneta 4x4 se acercaba a ella a toda velocidad.
Etiquetas: Relatos
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