Los cínicos
Me
duele la cabeza, le digo al vacio, cierro mis ojos y los vuelvo abrir, los
colores alteran mi conciencia, definitivamente odio todo “esto”. Me lanzo en el
asiento frente al PC, aun sigue encendida de la noche anterior, mi historia aun
esta sin acabar, pero esta vez realmente no me interesa, guardo el documento,
doy unas aspiradas a mi cigarro invisible y me levanto de la silla.
Me
pongo los pantalones, agarro la chaqueta de cuero viejo con olor a perro mojado
de la silla y salgo del apartamento, sin ningún fin en la mente, sin ninguna
meta a corto plazo.
Escucho
el maldito ruido del mundo galopando en mis oídos, ¿acaso hay una maldita ley
en contra de mi tranquilidad? El planeta me responde con un sí, ni a la tierra
le interesa mi existencia, a menos que mi carne se esté pudriendo, no me queda
más que reírme y seguir caminando. Ver a las rameras de la calle hablar sobre
sus hijos delincuentes, esquivar a los mal nacidos en sus bicicletas con motor,
sinceramente mi vida en este lugar es toda una aventura de insensateces, pero a
nadie le preocupa incluso a mí, que tanto me molesta toda la basura de gente o
la gente de basura, no hay diferencia,
todos somos “iguales”.
Choco
con un “Señor de las Latas”, me sonríe con su dentadura entre hueca y oscura,
le devolví mi la sonrisa, mi pobre
sonrisa,” estamos en las mismas” fue lo que mis dientes le respondieron, pero a
nadie le gusta escuchar esas verdades y más cuando se trata de la falta de
dinero, pero odio hablar del dinero y más cuando no lo tengo.
Rojo
sangre están hoy las calles y el cielo está bien verde, desconozco la lógica de
este mundo pero como les dije, no me interesa. Esta solo es mi retorcida visión
de hoy, pero esperen, ya llegare donde “Roni” el suele escuchar bastante bien.
—Hey Mario—escucho tras abrir la
puerta de “Santa Romangolia de los Muertos”, no me pregunten por el nombre, yo
no fui quien tuvo tan “original” idea.
—Al fin, un poco de paz Roni, odio
tanto estas calles, a ti también te odio bastardo, siempre vienes de verde y no fumas nada verde—con ello di otra aspirada
a mi cigarro malaire invisible.
—Siempre tan amable Mario, por eso
el mundo siempre te da una patada en el trasero.
—Por fin alguien tan sano como yo,
un aplauso para ti bastardo por ser mi único hermano en este mundo desordenado.
—Entonces no estaría mal que pagaras
por la porquería de bebidas que tomas siempre, ayudaría al negocio—al parecer,
soy el único que puede entrar acá.
—Culpa al mundo amigo mío, por haber
perdido el juicio.
Etiquetas: Relato
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